Una sociedad deconstruida*


La última década ha supuesto un cambio radical en la sociedad que convivimos. Varios factores han sido decisivos para que este cambio haya variado nuestro comportamiento social. Ya se ha hablado mucho de la globalización con sus consecuencias positivas y negativas, de la influencia de Internet en dicho proceso, del crecimiento de los movimientos financieros especulativos frente a los que se refieren a los procesos productivos. Además ha cambiado el concepto cultural como lo conocíamos, la comunicación ha variado sus técnicas por completo y el ocio ha evolucionado hacia formas distintas de cómo solíamos disfrutarlo.

La forma de relacionarnos con nuestras redes de amigos, la manera de expresarnos, la posibilidad de dar nuestra opinión en público de manera masiva y la de escuchar la opinión de personas que antes pasaban desapercibidas.

También ha habido cambios políticos importantes, mejoras de derechos en algunas sociedades y empeoramiento de la situación en otros. Hemos visto las consecuencias de ciclos económicos complejos como derivaban en una crisis internacional que es el factor más decisivo en estos tres últimos años para nuestro cambio en la visión del mundo que nos rodea.

Revoluciones verdaderas en países que estaban bajo regímenes autoritarios, la primavera árabe, movimientos sociales destacables en las sociedades que contaban con democracias consolidadas, nuevas tendencias que ya no vienen del imperio americano y parten de las potencias emergentes. Hay un mundo nuevo en tan solo 10 años.

¿Y qué ha pasado mientras en la sociedad, entre los ciudadanos y ciudadanas que la conforman, en su forma de comportamiento como masa?

El sociólogo Zigmunt Bauman lleva años hablando de las “sociedades líquidas” para expresar el resultado de estos cambios globales. Prefiero hablar de una “sociedad deconstruida”.

Desde los poderes fácticos económicos y políticos tradicionales, es decir, los que poseen los recursos que otra parte de la sociedad, en desigualdad, no tiene, que la sociedad esté en un momento de descomposición ha sido decisivo para que pudieran imponer sus leyes de funcionamiento global.

Los mercados (especulativos), las grandes corporaciones internacionales y los partidos políticos que secundan su funcionamiento, al fin y al cabo todo personas que ponen la individualidad de sus posesiones por encima de la colectividad de los recursos para conseguir un estado de bienestar, han sido los primeros en beneficiarse de la falta de una sociedad con medidas de protección.

Cuando una sociedad carece de medidas de protección contra el  egoísmo de los que tienen los recursos de su parte, la desigualdad siempre crece.


Ahora mismo la sociedad se ha atomizado y las estructuras sociales que antes eran efectivas, han sido debilitadas.  En los años 80 la fortaleza de los sindicatos se debilito debido al proceso del cambio de los sectores industriales. En cuanto la economía de un país pasa a ser de servicios, turismo, construcción y conocimiento, las recetas de unión sindical son muy difíciles de conseguir que sean efectivas. Ha sido desde entonces la clase política la que tiene que proteger mejor a la sociedad para conseguir lo que los sindicatos no hicieron.

Después la crisis ha dejado evidente que los países como unidades no tienen posibilidad de protegerse contra los procesos globales. Tampoco estructuras supranacionales (como la Unión Europea) han conseguido ponerse de acuerdo para luchar contra dicha crisis.  Y aquí es donde se ha producido el elemento que quiero destacar en este análisis. La política que era la única herramienta que disponen los pueblos para luchar contra los que atacan su convivencia en igualdad, ha sido puesta en el punto de mira de la población como causante del problema y no como protector del mismo.

Además la población se ha visto desprovista de herramientas sociabilizadoras, que dieran capacidad de unión para la protesta, la acción, el movimiento asociativo, etc.

Que haya surgido un 15-M entre los jóvenes (y no tan jóvenes) con el punto de partida de la indignación por los problemas sociales graves de desigualdad que la crisis nos ha dejado, es un síntoma del proceso de “deconstrucción” social.

¿Participaban antes en algún grupo social o eran individuos no comprometidos? ¿Los grupos en los que participaban, eran tan efectivos en la nueva redistribución social como lo es el 15-M para la participación? La respuesta en mi opinión es que ni todos los individuos previamente habían pertenecido a grupos que buscaran de alguna manera la igualdad social (en el sentido global de la igualdad) o no habían exigido a los grupos en los que participaban poder ser distintos, más eficientes como herramientas “sociabilizadoras” o generadoras de vínculos sociales.

¿Por qué un partido como el PSOE cuyos militantes y dirigentes estamos convencidos de que una sociedad libre es aquella que es más equitativa, es comparado con un partido como el PP que no cree en dichas premisas? Porque dimos respuestas a la sociedad estructurada de hace una década, con sus formas y estructuras y manera de interlocución, no a la sociedad deconstruida, líquida, con átomos libres, con opiniones más globales o carentes de cualquier herramienta para poder expresarlas conjuntamente de una manera eficiente. Y ahí es donde ha tenido efecto las protestas de los indignados, una pequeña parte de la sociedad ha demostrado cómo deben ser las nuevas herramientas para conseguir influir al resto, que ha visto con buenos ojos dichas propuestas.

Hace falta volver a construir la sociedad. Generar de nuevo comportamientos sociales comunes pero con las premisas del entorno nuevo en el que estamos. Desde la política debemos centrarnos en dar herramientas para que la sociedad vuelva a estructurarse, para que luche por la igualdad frente a quien no creen en ellas.

Para ello los partidos políticos han de ser nuevos entes, que como a principios del s. XX consiguieron hacer que la ciudadanía se ilusionara con nuevos retos en los que participar.

Hay que analizar los tipos nuevos de relaciones sociales que se están generando. Un buen ejemplo de estudio es el movimiento de los indignados, no sólo en sus propuestas (muchas de las cuales pueden ser válidas y otras no tanto) si no por su manera de construir sociedad.

¿Qué factores sirven ahora que varias personas puedan unirse para crear lazos sociales? Antes la proximidad geográfica en una ciudad, barrio, pueblo era suficiente. También la pertenencia a un sector laboral determinado servía para dar unidad y homogeneidad a un grupo de personas.

El estudio del tipo de contactos que tenemos en nuestras redes sociales, de los movimientos que hacemos en nuestra ciudad a lo largo de un día, de nuestras preocupaciones sociales, del tipo de medios de comunicación que seguimos, de la cultura que nos atrae, del consumo de bienes que llevamos a cabo, de los viajes que hacemos, de los estudios que hemos elegido o del tipo de empleo que tenemos (o tuvimos si ahora no tenemos el privilegio), son los verdaderos telares de tejer sociedades en la actualidad.

Esto en la parte alta de la desigualdad social. Y sobre todo debemos estudiar las consecuencias sociales y similitudes entre comportamientos de los que han sufrido diversos tipos de desigualdad. Para tejer la sociedad hay que analizar las consecuencias de la desigualdad, y como conseguir generar ciudadanía en primer lugar en esta parte cada vez mayor de la sociedad deconstruida, que son los que verdaderamente padecen.

Cada ciudadano debemos elegir ahora cómo queremos vivir, contribuyendo a destruir más la sociedad que compartimos, y que los que ejercen la desigualdad sigan sacando partida de ello, o planteándonos a diario cómo construir  una sociedad con estructuras que nos haga más fuertes para protegernos de las desigualdades.

¿Tienes alguna idea que genere algún vínculo positivo entre nosotros?

deconstrucción* Aplicado a la filosofía, la Gastronomía o el arte

Todas las imágenes son obra del grafitero inglés Banksy.  

Este artículo fue publicado en el microblog @angelmartinezx2


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